miércoles

Besos detrás de un mes inesperado‏

Noviembre ha vomitado una canción de fuego.
Ha expulsado demonios,

ha obstruido las páginas
que habían suscitado una traición atroz,
deteniéndose por primera vez
sobre la calle Milton, entre el parque olvidado
y las retacerías del puente San Cristóbal.

Nuevamente la noche grita como la noche,
nuevamente se tiñe las pestañas con su pintura seca.

Yo se lo dije, se lo dije a Alfredo;
le dije: Alphie, pronto nos violará la noche
y moriremos solos
en los bares en donde a veces dejas el alma.
No puedo concentrarme
al querer cavilar en sus ojos abiertos
como si me observasen atrapado
entre un sueño batido
y un áspero meneo de migrañas bailando por la tarde.

Yo lo esperé a cenar
la noche en que la lluvia brotó de mis pestañas,
después de visitar los almacenes
los huertos y los parques olvidados
con el piso cubierto de agujas y capas con paja.

Aún puedo tragarme la insolencia
de los días que pasan frente a mí
silbando discusiones de espejos que se han roto;
movimientos que incitan a subsistir perplejos
incluso al dar la vuelta
y despedir las cosas que no fueron.

Pero tú, que vislumbras apretando los ojos,
tú que cruzas los dedos para ahuyentar las ánimas
después de haber recurrido al Tarot
y comprender en él la única esperanza para tan muerta gloria:
ven a mí que estoy solo,
porque no volveré a pisar la tierra nuevamente.

Y sé que logras ver las cosas como las veo yo,
de un modo suspicaz;
porque ambos sabemos que el arte saca siempre
lo peor del artista,
porque la forma más rápida de llegar hacia un destino
es nunca dirigirse hasta él,
porque estamos y porque no estaremos,
porque nunca he luchado por llegar
hacia esas cosas.

Hemos tardado demasiado en extender la mano.
Ahora iremos hacia las callejas
en donde el pavimento pulveriza los huesos;
después, después nos cubrirá otro día.



Jeison Villalba


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Niño cian (departamento sin ventanas)‏

te adoro Jeison...mi nene Cian...

Quise entrar en tu alma, y ¡qué descenso!,
 ¡qué andar por entre ruinas y entre fosas!
¡A fuerza de pensar en tales cosas, me duele el pensamiento cuando pienso!...
 Y en mí, ¡qué hondo y tremendo cataclismo!
¡Qué sombra y qué pavor en la conciencia,
y qué horrible disgusto de mí mismo!

“Envío”,  de Manuel José  Othon


by Alphie
Niño azul es hyacinthus
Es un ave prohibida al avanzar las cinco.

{Yo comparto media vida con el señor insomnio
No tengo caramelos ni tengo repertorio}.

Niño azul es un barco con veletas de fuego
Si se ríe despacio hace vibrar el cielo.

{Yo me pierdo entre sombras
 pues lámparas de calle no me obsequian la gloria}.

Niño azul bebe estrellas, envenena luciérnagas,
comete diez errores y Apolo le celebra.

{Yo paso a diario por la panadería.
 entre el ajonjolí tu recuerdo me espía}.

Niño azul es murmullo en mi lago dormido
Si sus pies son de barro, desdibuja latidos.

{Yo  escribo garabatos, burlando ortografía
sonríen por bagatelas mis vocales suicidas}.

Niño azul es malvado,
quisiera ser aquél que le nubla los labios;
si él cuenta uno, dos, tres, ¡me someto en el acto!

{Yo soy profesional en la disipación,
nunca perdono un viernes, no se comer arroz,
en esas avenidas muere mi corazón}.

Niño azul no tolera falaz palabrería,
 él sueña con Verlaine, destroza margaritas,
 clava con alfileres las mariposas vivas.

{Yo converso los sábados con Gloeden  y Oscar Wilde,
 ¡Si llego a desnudarme la cosa va genial!}.

Niño azul es eterno, es luz y es infinito,
encierra el universo en sus ojos sombríos,
si se tiende en el mar, el mar se hace el dormido,
y si camina en tierra: la parte, la fragmenta,
la mata y la condena, la pierde y recupera.

{Yo camino con la boca pausada,
los autos insolentes de ti no saben nada}.

Niño azul tiene piernas de envidiable diseño,
medio beso en los muslos y ardes en el infierno.
Niño azul es bonsai creciendo entre las piedras,
un recuerdo imposible, Prometeo sin cadenas,
una historia sin fin, una cerveza fría.
Niño azul es la nada escondiendo la vida,
es la brisa de Enero, es Julio que se asfixia,
es cárcel sin guardianes, es verdad y es mentira,

Niño azul es la sangre resbalando en mi silla,
una tibia bengala, unas manos lejanas,
unos labios cediendo, un lamento que calla,
magenta y cian tiñendo la absurda celosía,
Niño azul es la muerte, húmeda pesadilla.
Niño azul es el odio brillante de amatistas.
Niño azul es la bestia que devoró mis tripas.

{¡Yo tengo un consentido!, entre todos mis chicos…
 cuando él está conmigo, sonrío siempre sonrío.
Tú sabes que sonrío, tú sabes que sonrío, tú sabes que sonrío, tú sabes que sonrío, tú sabes que sonrío, tú sabes que sonrío, tú sabes que sonrío…
¡Tú sabes que sonrío!}.


jueves

link de Aldo Chapa

visiten a:

http://elduquedethriller.wordpress.com/

SALUDOS, hechizero.... te quiero...lo sabes!...

Los dioses fragmentados


Desde muy tierna edad conoció el río que lleva a la perversión, primero en las pesadas y odiosas manos de aquel compañero suyo de milicia que,  sabiéndolo solo y en otra dimensión emocional que el resto del grupo,  le cerró el paso, llenándole una noche de besos viscosos, forzados, interminables, después la penetración siempre dolorosa y el silencio que nadie pudo romper, porque la dulzura no mutila el dolor, sino que es sal que escorce la herida.
Tiempo después las novias con sus  romances de visita en casa y coqueteo eterno que terminaban siempre en una despedida, en una decepción; él: sentado en el ático, él: viendo por el tragaluz, él: multiplicado por la frustración; experimentaba una profunda sensación de frío moral en el corazón, unas ganas de correr, de perderse en la inconsistencia de los sueños mudos del “tal vez” suspendido en el “jamás”, que dormía, que irremediablemente dormía.
Su apariencia plagada de resquicios al pastel; ¡es que eran los enormes ojos negros, era la piel, muy pálida!, quizás demasiado, era el pelo revuelto, caído sobre la frente soñadora, esos labios finamente delineados, se trataba de manos delgadas, sí, con dedos largos y fantásticos proyectándose al infinito, mejillas sonrosadas de querubín en celo a pesar de haber dejado hace tiempo la grácil infancia, ¡pero es que sobre todo era esa actitud de severidad, de silencio ambiguo!; incapacidad o disgusto por relacionarse con los demás, y para terminar la novela decadente, era esa sonrisa nerviosa y el temblor de su cuerpo reflejado en la mirada taimada al verse en situaciones que despertaban vivamente sus deseos inconscientes, una sonrisa y una actitud candorosa pero maligna que él mismo odiaba, pues le delataba,  sentía su alma bajo un microscopio.
Quería ser libre, un ave coloreada, se perdía en exquisitos pensamientos, mas no quería discurrir, las reflexiones llegaban solas a su cabeza, hilándose y deshilándose, cerraba los ojos, se visualizaba en la palestra griega rodeado de visiones fantásticas, cuerpos desnudos ungidos de aceites deliciosos, siluetas de adolescentes muertos hace siglos danzaban ante él riendo como sombras polichinelas, burlándose de su excitación, los árboles agitaban sus ramas sutilmente por el ardiente viento del verano naciente, y era ese aire el que olía a incienso, azares y menta, su miembro revestido de fuego vibraba, la imaginación era una serpiente mordiendo sus labios anhelantes; entonces él se acercaba ya decidido después de tanto contemplar a uno de los jóvenes, sin embargo cuando estaba a punto de tocarlo todo aquello se desvanecía y con aquello también se esfumaba el chico elegido. Despertaba.
Esos días tenia que visitar a su tía en un país vecino; el viaje era largo. Al llegar todo estaba normal, a excepción de su pequeño primo Randy que recordaba de unos diez  años pero ya no era un chiquitín sino que ahora tenía 17 años y se mostraba en todo el esplendor de la nubilidad violenta y prometida, si bien Dónovan no era ningún anciano, sí se conocía de sobra las limitantes de sus veinticinco años.
Ese mismo día observó ducharse al doncel tras una rendija de la puerta, éste cantaba alegremente como suelen entonar los púberes en el baño común, refregándose los muslos y sobándose de vez en vez la verga ligeramente erecta por efecto natural del roce de sus manos, Dónovan bajaba la mirada al suelo, sin lograr a veces seguir presenciando aquel espectáculo sublime, así permanecía por segundos con los pómulos abrasados de timidez, de ansias.
Ya en la madrugada no lograba conciliar el sueño, de pronto se transportó de nuevo a la entelequia  de la palestra griega, el verano florecía en su mente, sólo así consiguió algo de paz pero después al tratar  de abordar de nuevo al chiquillo ateniense se desapareció y Dónovan fue arrojado violentamente de la ilusión, se reincorporó sobresaltado y en un impulso que ni el mismo comprendió marchó despacio por los pasillos en tinieblas hacia la alcoba de su primo, cuando finalmente llegó pudo vislumbrar entre las sombras que el rapaz descansaba plácidamente, sólo con una ligera bermuda y una casaca bien ceñida, sin ropa interior, ocasionando esto que se asomara descaradamente por un lado de la entrepierna el pene alucinante del jovencito; Dónovan no supo qué hacer, sólo acertó a recostarse muy despacio junto a Randy, le lamió los cabellos y en una reacción sensual lo abrazó suavemente por la espalda sintiendo el contacto de su miembro erecto contra las nalgas firmes y cálidas del mozo, pero como éste se moviera débilmente, Dónovan en un acceso de terror se levantó, huyendo en el intento para no ser detectado, volvió a su habitación con el alma desbordada, cerró con llave y no consiguió dormir antes que clareó el día.
Abrió los ojos, era ya por la tarde, tenía miedo y trémulas emociones, avanzó a la cocina, el zagal deambulaba comiéndose un trozo de pan, le saludó animado, de esta forma se percató de que todo continuaba normal; Randy no parecía haber modificado ni un ápice su comportamiento para con él, así que desde ese punto descartó cualquier síntoma de paranoia.
Le gustaba recostarse en el jardín a contemplar el cielo de ópalo al caer el sol, allí estaban los ideales, dibujados en el vuelo furtivo de los pájaros, en las líneas nubizadas; el frío de noviembre contrastaba con su espíritu en llamas. La casa estaba solitaria, toda la familia se había ido de paseo aquel tedioso domingo y sólo Randy, en rebeldía característica de su edad negándose a secundar a su madre y hermanos, se quedó en su pieza, ellos no volverían hasta el día correlativo.
Ya se ocultaba la luz cediendo a la oscuridad su turno, Dónovan pensó en ir so cualquier pretexto a conversar siquiera con su primo, pero al traspasar el cuarto del chico lo encontró dormido, caviló en irse pero, sin poder contenerse, repitiendo la acción de aquel día, se tendió junto a él, demasiado concupiscente para razonar con claridad;  le acarició el flequillo cobrizo enmarañándolo con los dedos, Randy se estremeció, Dónovan contuvo la respiración. lívido, con pánico creciente.
-¿no pensarás escaparte de nuevo, verdad?
Dijo el serafín, sin abrir los ojos, en tono malicioso y regalado.
El veinteañero se perpetuó inerte,  coloreado de vergüenza y frío de estupor ante aquella reacción del nene; pero antes que pudiera decir palabra alguna, Randy se volvió a observarlo de fijo y sujetándolo fuerte se lo yantó a besos, como poseído, en apasionadas maniobras le desvestía con impaciencia, como si hubiera aguardado aquello en demasía;  la enfurecida infiltración del falo, el coito agresivo y las embestidas acompasadas comprometían el cuadro, ¡vaya que lo comprometían!
La palestra cubierta de energía, perfumada, lo atrapaba, se aproximó, ya determinante, a uno de los deportistas griegos  y le palpó, esta vez no se evaporó, más bien se cubrió de brillantes tonalidades, las más vivas y diversas gamas de luminosidad, y el adolescente, deleitoso, le correspondió con una sonrisa amplia, él sonrió también,  nervioso,  ¡es que no podía evitarlo!
Randy se prolongaba sodomizándolo dulcemente, Dónovan pensó que moría de dolor, de satisfacción, pero le gustaba ser usado, deseaba complacer y se sentía capaz de complacer con su cuerpo al pernicioso mocoso en celo cuantas veces él le tomara, que se desahogara, arrebatado,  en su persona era un sueño dorado.
Todo el invierno se tradujo en encuentros encendidos, cansados de revolcarse a veces hablaban de filosofía pero les aburría enseguida, luego Dónovan empezaba a comérsela a Randy con increíble fruición, el niño se veía feliz realmente.
Y...ese viento se colaba por debajo de las puertas, rotas de misticismos, ante la mirada hueca de dioses ya fragmentados.


sábado

Niño cian (departamento sin ventanas)


Quise entrar en tu alma, y ¡qué descenso!,
 ¡qué andar por entre ruinas y entre fosas!
¡A fuerza de pensar en tales cosas, me duele el pensamiento cuando pienso!...
 Y en mí, ¡qué hondo y tremendo cataclismo!
¡Qué sombra y qué pavor en la conciencia,
y qué horrible disgusto de mí mismo!

“Envío”,  de Manuel José  Othon


a mi poeta, Jeison Villalba…TE ADORO, NENE...
Niño azul es hyacinthus
Es un ave prohibida al avanzar las cinco.

{Yo comparto media vida con el señor insomnio
No tengo caramelos ni tengo repertorio}.

Niño azul es un barco con veletas de fuego
Si se ríe despacio hace vibrar el cielo.

{Yo me pierdo entre sombras
 pues lámparas de calle no me obsequian la gloria}.

Niño azul bebe estrellas, envenena luciérnagas,
comete diez errores y Apolo le celebra.

{Yo paso a diario por la panadería.
 entre el ajonjolí tu recuerdo me espía}.

Niño azul es murmullo en mi lago dormido
Si sus pies son de barro, desdibuja latidos.

{Yo  escribo garabatos, burlando ortografía
sonríen por bagatelas mis vocales suicidas}.

Niño azul es malvado,
quisiera ser aquél que le nubla los labios;
si él cuenta uno, dos, tres, ¡me someto en el acto!

{Yo soy profesional en la disipación,
nunca perdono un viernes, no se comer arroz,
en esas avenidas muere mi corazón}.

Niño azul no tolera falaz palabrería,
 él sueña con Verlaine, destroza margaritas,
 clava con alfileres las mariposas vivas.

{Yo converso los sábados con Gloeden  y Oscar Wilde,
 ¡Si llego a desnudarme la cosa va genial!}.

Niño azul es eterno, es luz y es infinito,
encierra el universo en sus ojos sombríos,
si se tiende en el mar, el mar se hace el dormido,
y si camina en tierra: la parte, la fragmenta,
la mata y la condena, la pierde y recupera.

{Yo camino con la boca pausada,
los autos insolentes de ti no saben nada}.

Niño azul tiene piernas de envidiable diseño,
medio beso en los muslos y ardes en el infierno.
Niño azul es bonsai creciendo entre las piedras,
un recuerdo imposible, Prometeo sin cadenas,
una historia sin fin, una cerveza fría.
Niño azul es la nada escondiendo la vida,
es la brisa de Enero, es Julio que se asfixia,
es cárcel sin guardianes, es verdad y es mentira,

Niño azul es la sangre resbalando en mi silla,
una tibia bengala, unas manos lejanas,
unos labios cediendo, un lamento que calla,
magenta y cian tiñendo la absurda celosía,
Niño azul es la muerte, húmeda pesadilla.
Niño azul es el odio brillante de amatistas.
Niño azul es la bestia que devoró mis tripas.

{¡Yo tengo un consentido!, entre todos mis chicos…
 cuando él está conmigo, sonrío siempre sonrío.
Tú sabes que sonrío, tú sabes que sonrío, tú sabes que sonrío, tú sabes que sonrío, tú sabes que sonrío, tú sabes que sonrío, tú sabes que sonrío…
¡Tú sabes que sonrío!}.


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El niño azul y la condena silenciosa  (Cuento)
Al niño azul le gusta el mar, le gusta tanto que cuando cae la noche se marcha a correr en la arena, en los bolsillos de su pantalón lleva puñados de vidrios rotos que va esparciendo aguardando que nadie más camine por allí sin “pagar el precio” , pero a veces él mismo se regresa, se descalza y camina sobre el cristal hiriéndose los pies, una y otra vez en la soledad, si piensa que alguien le observa, frunce el ceño, se muerde los labios, y desaparece: sangrante aun, siempre a prisa, muy a prisa.

written by Alphie Castro



lunes

Las últimas luces

BY ALPHIE CASTRO
                                                                                                                                                                Para mi hechizero, con infinito cariño.
De una piel blanca como si miles de gotas de luna hubieran coloreado su faz, ojos despiertos y boca de regalamiento, caídos los cabellos de ébano sobre la frente, como si bruñido, como si eterno; cual mármol griego, el muchacho descansaba sobre el sillón de la funeraria local donde  él era el encargado en turno.  El contraste con el lugar y su dionisíaca apariencia era deliciosamente notorio, éxtasis vivamente definido; debieron advertir que era peligroso admirarle muchos segundos, a riesgo de perderse por  él en la eternidad del caos. El sitio vulgar dejaba a un lado todos los cuentos de horror inventados, la cosa era ordinaria, llega un cadáver, se le prepara y  “adiós”, sin aparecidos ni gritos al llegar la hora de las brujas. El chico se levantaba y pensaba en el desconsuelo de las llorosas víctimas, viudas alegres, suicidas en potencia y Romeos cobardes: incapaces de terminarse el cianuro: sólo dispuestos a sollozar sobre el mitón.  Luego regresaba al solio improvisado, dormitaba, leía y sonreía sin razón por cualquier recuerdo fugaz, a veces  le molestaba que algunos clientes no le prestaran atención a sus consejos y,  que indiferentes,  completaran el papeleo de sus muertos sin demostrar agradecimiento, aunque no era necesaria la presencia de nadie para que  llenaran la solicitud sino más bien sólo escribir y colocarla en la caja del negocio esperando pronta respuesta, él sentía que por respeto deberían haberle escuchado, después de todo “trataba de ayudar”, por eso de un tiempo para acá incluso se negaba a abrir,  importándole un comino la opinión de su padre:  el dueño del lúgubre sitio.
Se encerraba horas con las luces tenues y el ánimo alicaído; ya quería volver a la universidad pero el tiempo parecía a veces haberse detenido, él se revolvía sobre eso  y se revolvía sobre sí mismo, con la violencia de sus 24 años, con la dulzura de sus manos azules, definitivamente paganas.  El futuro se hacía del rogar, los minutos se sucedían adormecidos, sin entusiasmo por avanzar y él no entendía la indiferencia de Noviembre.  Poco a poco se sentía más débil, como si sus huesos se transformaran en cartílagos y las moléculas en cobarde implosión, como si el corazón se tornara minúsculo como una valla silvestre devorada por Hansel y Gretel…y él en luces y  fibras gelatinosas, ¡y  luego resecas! Y después la infinidad de la nada…y…silencio…silencio. Silencio.
Esa tarde su padre llegó más temprano que de costumbre, abrió la puerta, él aguardaba en calma; entonces,  con melancólica sorpresa, vio como éste sacaba de entre sus ropas una veladora de mediano tamaño con un ángel grabado en el vaso de cristal fino;  encendiéndola la emplazó en el suelo en una esquina del area, luego tomó la foto de Iván, su hijo, la besó y la puso a un lado, delicadamente; acto seguido se sumio  por milésimas en  un llanto apagado para inmediatamente, como impulsado por un cordón invisible,  salir con presteza del espacio.
Ya en soledad, Iván, observó la luz de la palmatoria, convulsa, como si danzara.
Y la universidad se veía ya inaccesible, en un eco casi imperceptible,  perdió su mirada en el fuego, no sintió dolor, sólo desapareció, transparente, libre al fin; volando se escapó por el pequeño tragaluz, su padre alcanzó a sentir un viento tibio que se posaba en su ginger  ale y esa tibieza intangible sorbía un trago, como si tuviera sed,  para después extraviarse en la lejanía del cielo azul.

Francisco Antonio Ruiz Caballero

ERES GENIAL,COMO SIEMPRE...LAMENTO NO PODERTE COMENTAR DIRECTAMENTE, PERO TE LEO, AUNQUE SEAS UN PSICOPATA...TAN SORDIDO Y TAN ODIOSO...QUE MARAVILLAS!...

http://escribeya.com/FranciscoARC


ME FASCINO :
http://escribeya.com/FranciscoARC/Blog/me-quedan-555-euros-para-terminar-el-mes-260373

 PERO CON LO DE LAS PELEAS DE GALLOS TE ESTAS EXCEDIENDO...YA RAYA UN POCO...





jueves

Eunice se muere el martes que viene (no el jueves)

 by Rodia'  *

Recordarás que el invierno corría de prisa en esos días. Yo era de esos típicos cancheros que yiraban de bar en bar demostrando en cada puerto que me las sabía ninguna. Que callejas de mala-muerte donde la conocí, Dios mío. Su cara de quinceañera era presto refutada por su cuerpo de treinta y cinco, ese cuerpo que con tanto cuidado habré de trabajar en la bañera del motel Edén. Cómo laburaba la yiradicta en el pesebre ese, que a pesar del averno donde estaba metido, reconozcamos que ganaba su linda clientela. Y yo, agrio como me conocés, que me costaban las mil y una entablar relaciones con quienquiera; pero esta bataclana me dejó en seco. Movía el traste que daba calambre. Pero, no tengo ni que decírtelo, yo me creía muy muy para meterme en esos enredos.
La mentira me parecía evidente, pero parece que el secreto fue pasando desapercibido en el bulo, y no era más que otro chabón que pone su par de Sarmientos, y a otra cosa mariposa. No sé ni como habrás hecho vos para darte cuenta. Ahora, siempre lo mismo con nosotros los maulas. No hay vez que no nos chichonee el destino. Hete que me la veo en el bulo, mientras estábamos con los pibes, tan graciosa la desgraciada con el bombo lleno de humo. Creo que a partir de ese día se me fue ocurriendo la cuestion. Después de eso no supe pasar más por esos pagos, a pesar de que me hincharas siempre las pelotas de tomarme una birra con los pibes. Necesitaba para mis propósitos dejar de verla un largo tiempo. Como de seguro sabrás, en mis rebusques me había laburado ya la beca, y en lo que tardaba en pasar febrero, me las piraba para México. Le tuve que meter mecha al acelerador.
Ah, me olvidaba de contarte. La llegué a ver la semana pasada. En serio. Estaba con una de sus amigas de profesión, videando unas pilchas en la vidriera. Yo me puse en uno de esos bancos típico de la peatonal, a chuparme un faso, observándola detrás del humo que no sabía tener cabida en mis pulmones. Te juro, bastó que me distrajera tres o cuatro instantes para que ella, como si nada, se hiciera presencia frente a mí, y me dijera, socarrona.
-Despierta, ¿qué miras en el cielo?, ¿son cuervos?, ni siquiera hay estrellas. No te duermas, siempre estás en las nubes.
Yo, si no me conocerás, siempre que me la tiré de atorrante, me bastó la mirada entretenida de una pendeja preñada para ponerme rojo rojo, de la frente hasta el cogote. De todas maneras, y para mi suerte, la piba se las tomó así tan rápido como llegó, recriminando a la distancia.
-¡ya me voy!-
Así, de a poco se fue haciendo humo difuso y una viscosidad que no quería soltarse de mis recuerdos. Me preguntaba de porqué se había acercado al cuete a contarme la nada de conversación que tuvimos. Tal vez sabía lo de mi proyecto, y de pícara nomás estaba jugando conmigo. Algunas hormigas yiraban por mi estómago, y preferí mejor largarme como para su dirección, a ver si por lo menos podía pispearla aunque sea desde una distancia minimamente inteligente, tener aunque una mera pista de cómo podría haber seguido su vida. La veía tan alegre, tan llena de vida, que me brotaba, no sé, tocarla una última vez antes de aquello; sentir su vida pasar por mis dedos. Pero se hizo tarde, y recapacité. La cuestión no estaba para hacerse el picante. Mejor volver a casa. Y así lo hice.
Y acá estoy, apoyado contra la ventana pensando los últimos retoques, con un disco de los Redondos haciéndome de entre-telón ¿lo escuchás? Mirá afuera. Las nubes están cubriendo de a poco el majestuoso cielo. Una noche cerrada entre tantas otras. Me da un poco de vergüenza, pero tengo que confesarte que ahora siento como un zumbido sordo que sube de mi memoria hasta los oídos. Es ella, que entre risas me dice.
-Despierta, ¿qué miras en el cielo?, ¿son cuervos?, ni siquiera hay estrellas. No te duermas, siempre estás en las nubes.
Volveré como quedamos, eso sí, dentro de unos meses, apenas comience de nuevo el infierno. Será así, volveré. Caerá justo martes. No lo sé, es un presentimiento. Bajaré del avión, pasaré por tu depto e iremos directo al cementerio de Chacarita. Habré cambiado lo suficiente, espero. La vida me habrá curtido de experiencia y desengaño. Me habrá curtido, y ya llegando a su sepulcro, veremos a nadie de la familia,  y lleno el lugar de rameras y cafishios. Los pibes nos contarán que alguien, quién sabe de dónde habrá salido, se la habría llevado a un mejor lugar, lleno de sangre y carne revolviéndose en la bañera del motel Edén. Es una lástima pensar en esto, mientras cierta viscosidad de mi memoria se me escapa y la veo, de nuevo, entre el humo y las viseras, contando una que otra gracia que no viene al caso, frente las vidrieras de la peatonal, el baño que está hecho una mugre, mientras desaparece, dejando a su paso el eco de sus palabras. 
-ya me voy, tengo que volver debajo de la tierra y la canilla.
Pero bueno, me están tocando bocina. Mejor cuelgo y me voy para abajo, que los taxistas suelen ser de malhumorados cuando se los hace esperar.

lunes

pemptê ousia' (poema)

No son mis manos enterradas en pozos innombrables
ni las calles, solapas de mis desvaríos,
idealismo platónico suicidante.
Eres tú, descansando en el caos de tus cabellos fantásticos,
tus piernas proyectadas al cosmos
manteniendo el equilibrio de mi universo Ionesco,
con el teatro del absurdo cautivo en mis letargos,
con la mar ya lejos…
No es la muerte en mi oído,
expectativa morbosa del que tira su suerte en una moneda,
ni mis noches en celo entre las sábanas celosas,
pernicioso juego en el que siempre consigues la victoria
doblegando al enemigo con la quinta esencia de tus ojos,
eres tu quien me lleva, es tu alma,
es tu vida que no quiere ser vida,
de tu perversidad infantil,
de tu cuerpo que anhela ser tomado,
definitivamente poseído,
finalmente desarmado,
desfallecido en suspiros largos, ¡muy largos!
con el sexo enfurecido todavía
y la espalda escalera a las estrellas…
No es la orbita intangible de mis días vacíos,
ni siquiera mi hermano con el sermón.
Al día, ni mi tía mostrándome la pauta de Alighieri
a las 5 de la tarde y con ojos escépticos.
Es tu voz tirando a tierra el argumento de Lysis,
y tu suspiro envenenado que aniquila,
tu sangre hirviendo que descarrila todos mis términos,
y Platón asesinado en la puerta de tu casa,
en tu banqueta sombría,
donde me siento a esperarte,
donde me siento a invocar al diablo,
que corre por la puerta de tu cuarto,
que posa un beso descarado en tus labios…y te ama, ¡y te ama!...

Efecto dominó (cuento)

Había una vez un chico que debajo de su cama guardaba celosamente una valija con un cadáver dentro, un fiambre petrificado, intacto, con una expresión en el rostro de algún día haber poseído sangre en las venas; este chico viajaba muy seguido pero jamás se olvidaba de llevar esa sórdida maleta “extra” que en el aeropuerto sorteaba todos los obstáculos de inspección.

A pesar de la insistencia de sus amigos para que socializara con vivos y se olvidara del finado el muchacho no cedía y día con día se volvía más estrecha su relación con el siniestro personaje, llegada las tinieblas nocturnas, agotado del trabajo sin haberse detenido siquiera a cenar,  marchaba despacito a su alcoba y metiendo la mano al tanteo debajo de la cama afianzaba la maleta hacia fuera, en ocasiones el extinto alcanzaba a arrastrar una mano que por prisa  o por cualquier motivo no había logrado ser acomodada en su sitio, entonces sacándolo de su resguardo entablaba largas conversaciones ante la mirada vacía del cuerpo finamente embalsamado.

Un día pasó lo que nunca: el cadáver no estaba en el neceser cuando el chico lo buscó, desesperado volteó la casa, ¡nada, nada, nada! ¿Es que acaso alguien lo había robado? Esa noche le fue imposible tomar el sueño a pesar de su cansancio desmedido, desconsolado le lloraba a su valioso espécimen, su adorada obnubilación de labios azules y piel helada, moviéndose de un lado a otro en su lecho, no tenía potestad sobre sí mismo, no lograba dejar de preocuparse por no tenerle.

A las 2:00 AM aproximadamente escuchó un ruido, parecía ser la puerta corrediza de la entrada principal, se reincorporó de un salto pero antes de llegar tocaron la puerta de su cuarto, el labio inferior le temblaba de pánico, buscó su arma en el cajón de la mesita de noche, sus manos sudadas apenas podían asir el revólver que empuñó seguro de que un asaltante se había introducido a robarle; pensó que de cierto era el mismo que le había hurtado a su fiambre, abrió la puerta y de prisa se retiró esperando sorprender al desconocido, pero el sorprendido result1ó el chico al descubrir que ¡Era el cadáver!, que tampoco era más un fiambre, sino que estaba lleno de vida, ajeno a los clásicos signos de muerte.

Lentamente, con una pausada y grave voz éste le dijo:

-Ahora estoy vivo, ¡mira! me veo mucho mejor, ven conmigo,  yo también te preciso…-

La luz de la luna se filtraba por las ventanas y un frío pertinaz se colaba por debajo de las puertas caprichosas.

Recobrando la compostura el muchacho contestó:

-No, tú ven conmigo-

Acto seguido le dio un tiro que desplomó al resucitado y agregó:

-Vuelve a dormir, tu noctívaga energía me exaspera, cierra tus fauces, me envenenan, ya extraño tu silencio, porque el silencio te mantenía con vida y por efecto dominó me daba vida a mí también.-