lunes

Los amantes destructivos (cuento)

by Alphie

Yamsir nunca planeo nada, pero con el paso del tiempo las miradas se hicieron más arrebatadas, profundas y frecuentes, los lánguidos suspiros de Dranat tras el ventanal solapa se devoraban las tardes oscuras, la odiosa cerca que les separaba era como viento que solo avivaba el fuego entre los dos sin distanciarlos realmente, más bien fusionándolos emocionalmente con ardor inacabable.
Dranat poseía un carácter afable pero apasionado con una alegría revestida de ironía que proyectaba luz y romanticismo, invocando ideales rayanos en lo fantástico, y entregándose de lleno a batallas sin sentido pero que para él siempre lo tenían, por su parte Yamsir exhibía una actitud con tintes melancólicos y existencialistas, una fría elegancia que derivaba en una tristeza insondable…el resultado al contrario de lo que se pudiera pensar era que se complementaban  a la perfección, formando uno el balance del otro. Ahora era otoño, pero el extravío había empezado al calor del verano, donde el sombrío bosque les recibía, entonces ante la mas mínima señal de sensualidad en Yamsir, Dranat acudía complaciente, dispuesto y adiestrado a satisfacerle, no solo emocionalmente sino en la húmeda intimidad, y era ese regalamiento sexual continuo, quieras que no, lo que provocaba en Yamsir una secreta excitación permanente, es que era de chascar los dedos y le tenía subyugado en su entrepierna, ¡aquello era una cosa de volverse loco!. En ocasiones permanecían horas mirándose de lejos, tras el cristal de su respectiva “ventana”, a veces las mejillas coloreadas, los ojos desviados al suelo y el corazón en frenesí silencioso, ninguno hablaba, horas sórdidas se sucedían una tras la otra, en una ambigüedad sentimental mutua y consensuada, hasta que alguno pronunciaba alguna palabra transparente con pánico latente, ¡en el acto!, como si temieran romper un dulce pacto de coito mudo.

Pero esa noche era distinta, llegada la madrugada, Dranat abrió el ventanal, deslizando el cristal del enorme tragaluz, salió con premura, aseverando el no ser visto, Yamsir le recibió con una sonrisa taimada, nerviosa y desbocada de excitación.

A la mañana siguiente no fueron vistos, mas ya al atardecer, la gente de la cuadra comentaba alarmada:

-Sí, no aparecen, ni el joven, ni el chiquitín,  ¡pero si apenas tiene 11 años!… ¿qué puede saber una criatura de esa grácil edad?... ¡y aquel! Si, si, si…ya se le veía fachada de pervertido-.

Ningún esfuerzo sirvió de nada, parecía que la tierra se los hubiera engullido, años después dicen que alguien les miro en un auto azul marino, una tarde…y que el niñito le gritaba enfurecido al  muchacho:

-¡Entiéndelo, si no paso nada antes, tampoco sucederá nada ahora!-

Y agregó ya más sutilmente:

-Porque todos son simple y llanamente unos estúpidos-

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