¡Mira! le dije a Arthur Rimbaud en aquella cafetería llena de adolescentes, hoy a los jóvenes no les interesa ser genios (a la mayoría), van por allí fingiéndose emo, punk, o cosas así; no leen, no escriben, sólo envían mensajes de texto y abrevian tanto que parecen jeroglíficos; Arthur me miró fijo y dijo:
“Alphie, ¡Suenas ya como Paul Verlaine! no me vayas a querer disparar también, además todavía en este teatro quedamos unos 10 u 11 buenos actores, recuerda eso”
Yo sonreí y seguí tomándome mi Coca-Cola bien fría, saboreando el cigarro y viendo a los malos actores pasar.
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