Hoy era el entierro, ella estaba allí, comiéndose el silencio de junio y aplastando con su sangre coagulada todos los abriles venideros; el cajón sencillo oscuro y con los bordecillos plata le dio nauseas, y cuando le dijeron que tenía que despedirse de la muerta con un discurso, sintió cómo le recorría en el estómago una amenaza de vómito, sé acercó intentando seguir el juego, allí estaban todos muy serios, parecían interpretar una comedia absurda; pero no atinó a decir nada; de pronto su mamá se acercó y le dijo al oído:
-ni siquiera tienes buenas palabras que decir en este momento, Orlando, tu hermana lo habría hecho mejor-
Él palideció; algo se rompió dentro de su alma, iracundo avanzó hacia el ataúd y lo tiró de una patada, la gente quedó atónita, el cadáver salió disparado quedando en medio del piso con las manos extendidas, la boca desmesuradamente abierta, en una apariencia grotesca; mientras él exclamó riendo, ya descaradamente:
- sí, ella lo habría hecho mejor, definitivamente mejor, que lo haga entonces, si puede-.
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