lunes

Unidimensional (cuento)

La tarde desdibujaba la soledad y traía consigo la eterna depravación nocturna; llevaban horas recostados en el bosque, cerca del mórbido lago oscuro, sin hacer demasiado, sólo observar el firmamento, de repente mirarse con ojos extraviados, ambiguos, como si se les fuera la vida en ese gesto; sin hablar, con la misma frialdad del lago circundante, de vez en vez entrelazar las manos o pasarlas mutuamente por lugares donde provocara estremecimientos callados, hasta lograr con timidez humedecer los muslos; después sonrisas tenues, pausadas, suspiros contenidos que en milésimas lograban escapar, seguidos de silencios profundos donde de nuevo regresaban ala contemplación del cielo, sin decir una palabra, en un embelesamiento que asustaba pero que no obstante para ellos era normal.

Imperceptiblemente la noche cubrió del todo el espeso bosque ocultando entre sus sórdidas y fantásticas sombras  aquellas dos tumbas negras que descansaban junto al lago, resguardando la memoria de los amantes, muertos ya desde hace tiempo, pero que se reencontraban eternamente una y otra vez para volver a matarse , para volver a besarse.

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