¡Oh, gusanos!, cínicas serpientes microscópicas, adoradores de los cadáveres, ladrones del último rastro de belleza en las mujeres y del último signo de valentía en el hombre; no me tendrán nunca a su disposición, cuando me entierren y ustedes lleguen, pululantes en mis cabellos, burlescos entre los huecos de mi piel, me levantaré como Lázaro y yo los devoraré a ustedes.
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