lunes

Eunice se muere en jueves (cuento)

by Alphie

Cuando la vi por primera vez era invierno, yo observaba detrás de la vidriera del bar de costumbre, su rostro era el de una nena de 13 años, aunque era obvio que tenia mas, ya que ejercía la prostitución en una zona de comercio sexual establecido, donde era necesaria la mayoría de edad, con una coleta y uniformada despertaba cualquier concupiscencia, rara vez me interesaba por cualquier ser humano, pero ella me gustaba secretamente, los meses pasaron y un día se volvió obvio que ella estaba preñada, dejo de asistir y le perdí la pista, por otro lado yo salí del país casi 6 meses.
Ayer volví: allí estaba, ahora lucia dos coletas, pero el uniforme era el mismo, me salí del bar y me puse a distancia, mirándole, de pronto me distraje con la música del ipod, contemplando la nada, entonces alguien me toco, me sobresalte, ¡era ella!, se había cruzado la calle y me decía divertida:

-Despierta, ¿qué miras en el cielo?, ¿son cuervos?, ni siquiera hay estrellas, no te duermas, siempre estás en las nubes-

Yo me sonreí, avergonzado, sentía las mejillas ardiendo como un chiquillo aunque estaba ya lejos de serlo, no sabía que decir, así como llego exclamo divertida:
-¡ya me voy!-
Y desapareció, no entendí porque se me acerco, pero supuse que ya se había percatado desde hacia tiempo de mi deseo y no le resultaba indiferente. Cuando me toco irme, la vi de nuevo caminando por ahí, sin que me viera le seguí a una prudente latitud emocional, por la espalda le tire de una de las coletas y me marche a prisa, ella me gritaba a lo lejos alguna cosa…se que reía y que su risa era un eco delicioso, ya distante, lánguido, casi transparente.
Ella se me acerco y dijo:

-¿Despierta, que miras en el cielo?, ¿son cuervos?, ni siquiera hay estrellas, no te duermas, siempre estás en las nubes-

Otee como se perdía entre los sepulcros, las tumbitas blancas del panteón.
Recuerdo que cuando regresé de mi viaje, fui a buscarle y ya no estaba, estaba otra chica. Conocí que alguien se la había llevado, un jueves, lejos…muy lejos, en un nicho de sangre las coletas revueltas, con las uñas quebradas bañadas en lodo de la terracería.
Así como llego se fue, exclamo divertida:
-ya me voy, tengo que volver debajo de la tierra-
 Y desapareció.

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