lunes

Ducha nocturna

Había alquilado por adelantado un año aquel departamento, desde el inicio le fascinó el lugar y no dudó en finiquitar el trato. Él buscaba paz y allí, como le había explicado el propietario, los únicos vecinos que tendría serían el bosque abierto y al otro lado el pacífico cementerio local.
 Todo lucia de maravilla; sólo estaba ese pequeño detalle por las noches. Al ducharse,  después de venir agotado del trabajo, tenía  que tolerar esas manos rascando el desaguadero, él continuaba su tarea,  ignorando recalcitrantemente. Las zarpas aruñaban más fuerte, eran unas manitas pequeñas y de uñas negras, casi  quebradas. Entonces,  Él salía temblando de la ducha y siempre se dormía sin cenar, casi entre sueños alcanzaba todavía a escuchar algo que se arrastraba pesadamente desde el cuarto de baño hasta su habitación, lento, recorriendo la alfombra; por eso cerraba con llave.


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